Cifu: palabra de jazz

Por Roberto Hoya (*)

El  jazz se albergó en Juan Claudio Cifuentes cuando empezó a otear el horizonte de sus anhelos. Fue en París, su lugar de nacimiento, donde escuchó por primera vez la música que iba a trazar el rumbo de sus días. El saxo de Sidney Bechet resultó el primer descubrimiento, luego surgieron otros, siempre con el swing y la improvisación como bandera.  Al cumplir los 20 años se trasladó a Madrid junto a sus padres, ambos españoles. Comenzaba  la década de los 60 y por entonces España era un lugar remoto al otro lado de los Pirineos. El aislamiento y la opresión de la dictadura pesaban en todas las facetas de la vida y todavía se dejaba sentir la inercia de la postguerra, cuando la palabra «jazz» estaba prohibida por referirse, según el Régimen, a una «ola arbitraria, antimusical y pudiéramos decir antihumana».(1) Cifuentes trató de buscar en la universidad algún paralelismo musical con lo que había conocido en Francia, pero tan solo encontró a la tuna.

Sin embrago, en el paupérrimo panorama cultural de aquel tiempo había algunos oasis y en lo que se refiere a los ritmos jazzísticos, el Whisky & Jazz Club de Madrid, regentado por el francés Jean Pierre Bourbon,(2) era el lugar donde se refugiaban los aficionados a la música de Nueva Orleans. Por allí apareció Cifuentes para escuchar a Quincy Jones, allí conoció a Tete Montoliú y entabló amistad con los soldados americanos de Torrejón que acudían a participar en las jam-sessions. Pedro Iturralde, Juan Carlos Calderón, David Thomas, Donna Hightower o Bill Coleman eran algunos de los intérpretes que se presentaban en el Whisky & Jazz ante una concurrencia ecléctica, entre la que merodeaban agentes de la OAS que planeaban atentar contra De Gaulle y miembros de la policía secreta franquista olfateando todo lo que allí acontecía. De vez en cuando, aquel enjambre de músicos y entusiastas ponía en paréntesis su melomanía para fijarse en Ava Gardner, la reina de la noche madrileña, que aparecía rodeada de su corte de noctámbulos.

En el Whisky & Jazz –que llegaría a alcanzar la categoría en un verdadero «templo del jazz» con actuaciones proverbiales como las de Dexter Gordon, Lee Konitz, Paul Bley o Gerry Mulligan, entre otros–, anidaba la revista Aria Jazz en la que Juan Claudio Cifuentes empezó a escribir, iniciando así su carrera como comentarista que le llevaría a ser conocido popularmente como Cifu.

A mediados de los 60 comenzó a trabajar en la industria discográfica, en compañías como Hispavox, y Movieplay, siendo responsable del lanzamiento de algunos cantantes melódicos (Cortez, Perales, Karina, Abraira, etc.), a la vez que ejercía de introductor de discos de jazz en el mercado español. Pero fue en el año 1971 cuando se acercó a la radio y descubrió en las ondas su forma natural de contar. En Radio Popular de Madrid estrenó el programa Jazz porque sí, que peregrinó de emisora en emisora (Radio España, Antena 3 Radio, Cadena 100 y Radio Clásica de Radio Nacional de España) y se mantuvo en antena de forma ininterrumpida hasta su muerte, acaecida el 17 de marzo de 2015.(3)  En la sintonía sonaba Miles Davis en un pasaje del álbum Milestones. «Grabado cuando Miles estaba casi a punto de cumplir los 32 años, el 4 de Febrero y el 4 de Marzo de 1958, en los estudios Columbia, en la 30th Street de Nueva York,  con el saxofonista Cannonball Adderley recién incorporado y el pianista Red Garland en su última sesión con Davis, porque el día 4 de Marzo se enfadó, pegó un portazo y se marchó, no sin antes citar al piano una melodía que 11 años atrás Mails Davis improvisó». Esta referencia no es literal, pero no está muy lejos de serlo, porque así de detallista era Cifu, nos mostraba la música de Miles Davis, Charlie Parker o John Coltrane, pero nos la ilustraba con pelos y señales, con las observaciones añadidas que conlleva la condición humana.

En 1984 dio el salto a la televisión presentando en la Segunda Cadena de Televisión Española el programa Jazz entre amigos, que se mantuvo a lo largo de 7 años. Con la dirección de Javier Díez Moro y la colaboración de Ebbe Traberg y Carlos «Sir Charles» González,  Jazz entre amigos abarcó desde el jazz clásico a la vanguardia, con los subgéneros y algunas fusiones, no todas. A Cifu esto de las fusiones no le convencía mucho, sostenía que solo se podían mezclar con éxito músicas de la misma familia y que un encuentro entre culturas musicales sin lazos históricos, más que una fusión musical era un choque frontal.

En aquellos años en los que la totalidad de la audiencia se repartía entre las dos cadenas de TVE, aparecer en la pequeña pantalla suponía un relanzamiento de la popularidad más allá del ámbito temático, en este caso el jazz, y Cifu, con su barba moderada y jersey de cuello cisne, pasó a ser conocido incluso entre los que nunca habían prestado atención a una sola nota de jazz. El remanente de esta popularidad se mantuvo con más o menos vigor hasta que llegaron los días de los homenajes como el del Club de Música y Jazz San Juan Evangelista «Johnny» o el del Festival de Jazz de San Sebastián, entre otros. En 2010 obtuvo el Premio Ondas y en el 2014 la Medalla de Oro de las Bellas Artes, alcanzando así el culmen de una carrera exitosa que sin embargo, no conjugaba con su modesto estatus económico, porque desde su aparición en televisión pasó de asalariado a autónomo, «el último escalafón laboral», según afirmaba.

Hizo de su casa madrileña un lugar para vivir una vida dedicada al jazz. Las paredes estaban tabicadas con discos y libros que delataban su alma de coleccionista. Discos en formato CD, porque los vinilos y parte de la biblioteca le esperaban en su otra vivienda en la localidad riojana de Elciego, donde pasaba las temporadas de asueto. Entre estos dos espacios estaba su paraíso personal, que compartía con su familia y sus amigos. Entrar en él suponía acercarse a la piel de un hombre llano, humilde y cariñoso, propenso a esos momentos únicos que nos concede la naturalidad de las cosas. Quizá por eso cada año se prestaba a colaborar con el Festival de Jazz de Ezcaray, dedicado al recuerdo de su amigo Ebbe Traberg, donde «la magia del jazz se mezcla con la sencillez de la campiña”, según expresó el escritor Klaus Rifbjerg.

Cifu escribió sin considerarse escritor, pero sobre todo habló y habló de lo que más le gustaba, la palabra fue su herramienta de seducción y la radio su altavoz. “No sabéis el peligro que supone ponerme delante un micro”, dijo en uno de sus homenajes. Junto a Jazz porque sí, en los últimos tiempos también dirigió y presentó A todo jazz, en Radio 3 de RNE. Trataba a los oyentes con la cordialidad de un buen comunicador a lo que añadía la ternura de un buen amante, se despedía con la muletilla: «Besos, abrazos, carantoñas y achuchones múltiples para todos». Echaremos en falta su sabiduría y también sus arrumacos.

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(*) @robertohoya_
(1) Por qué combatimos la música negra, documento de 1943 difundido por la Vicesecretaría de Educación Popular de FET y de las JONS.
(2) Pieds-Noirs  amigo de Pierre Lagaillarde, fundador de la Organisation de l’armée secrète (OAS).
(3) Había nacido el 20 de abril de 1941.